Por María Baron.

Bajo el manto de incertidumbre que se cierne con el avance del COVID-19, la única certeza es que nada, o muy poco, podrá ser igual que antes. En el caso de las organizaciones de la sociedad civil que nos dedicamos a temas de transparencia y gobierno abierto, el desafío es  mayúsculo. Desde cómo se redefinen nuestras misiones hasta quiénes son los nuevos actores en la cadena de interacciones, el resultado se traduce en diferentes niveles que nos atraviesan por completo:

1. Las misiones y visiones de las organizaciones

Somos muchos los que hemos tenido que re enfocar nuestras misiones y objetivos para incluir la ineludible realidad que impuso el coronavirus. Ya no tendrán sentido algunas iniciativas tradicionales en este nuevo escenario con nuevas reglas de juego. Tenemos que re pensar lo que hacíamos antes y diseñar una agenda aggiornada que tenga sentido en esta crisis. Pero no podremos tomar estas decisiones de un día para el otro. Llevará tiempo. Porque debemos re calibrar qué nuevos desafíos al gobierno abierto nos presenta este orden, mientras seguimos avanzando. Por ejemplo, desde Directorio Legislativo y otras organizaciones teníamos prevista una capacitación para funcionarios del Parlamento mexicano sobre herramientas  de gobierno abierto y quedó suspendida hasta nuevo aviso. Y además, debemos atender a las urgencias que de a poco se vislumbran en nuestros países y que amenazan nuestra agenda de apertura. Ya en las últimas dos semanas, al menos cuatro países de la región intentaron limitar el derecho de acceso a la información (Brasil, México, El Salvador y Honduras). Así que, ¿cómo no retroceder con las conquistas de años, pero al mismo tiempo re discutir y re adaptarnos a la nueva?

2. La estructura de las organizaciones

Este punto es complejo porque habla de una deuda pendiente anterior a la irrupción de la pandemia. Se trata del desafío de trabajo online para las organizaciones de la sociedad civil en países en desarrollo, con grandes deudas en infraestructura. Por ejemplo, la señal de celular no llega a todos los rincones, no todos los empleados tienen wifi en las casas y cuando lo tienen muchas veces no funciona, la electricidad se corta sistemáticamente en algunas zonas, y así muchas situaciones que impiden volcar el ciento por ciento del trabajo a modalidad online sin pasar por un proceso de adaptación y de eliminación de algunas tareas o proyectos. Entonces, cómo podemos trabajar para zanjar esa brecha desde las OSC en la región, versus otras regiones?

3. Los nuevos actores

Este punto plantea un dilema importante. Porque los ministerios, agencias y otras representaciones gubernamentales con las que solíamos interactuar, en algunos casos están totalmente clausurados, o en otros han redirigido sus acciones a atender la crisis. Y muchos de los actores se han desdibujado o directamente desaparecido de la escena. Por ejemplo, los Congresos están recién autorizándose a sesionar online, pero sólo Chile y Brasil han celebrado reuniones plenarias formales efectivamente.

Esto lleva, además, a otro aspecto que enciende alarmas. Para los que trabajamos en temas de transparencia y gobierno abierto, es preocupante comprobar que algunos países han restringido derechos y libertades individuales, tomando medidas de excepción con la excusa de la crisis sanitaria. Desde un aumento en la persecución a medios o periodistas independientes (obviamente Venezuela y Bolivia, y Honduras tuvo que retroceder cuando intentó limitar la libertad de expresión con un decreto) hasta vigilancia intrusiva (Ecuador autorizó el monitoreo de la ubicación de personas  que no cumplan con cuarentena), abuso de poder policial (en Argentina la policía linchó a gente en situación de calle), las democracias frágiles son las más vulnerables, aunque el contexto también es propicio para deslizar disposiciones oportunistas (ley seca en algunos estados de México). Será entonces, tarea de nuestras organizaciones, cómo evitar que estas medidas ad hoc corran el peligro de instalarse -y, peor aún, normalizarse- una vez superada la conmoción. Entonces, ¿qué papel deberíamos jugar las OSC para garantizar un funcionamiento más saludable de las instituciones y sus protagonistas?

4. La toma de decisiones

El proceso de toma de decisiones tal como lo conocíamos hasta ahora ya no existe. Ha cambiado drásticamente y en casi todos los gobiernos se ha reducido a un grupo de personas, no necesariamente restringido solamente a funcionarios públicos ni figuras conocidas. Es decir, ya no es más un proceso preestablecido, medianamente transparente y en el cual las decisiones forman parte de distintos niveles de normativa. Muchos de los anuncios en diferentes países no llevan hoy un texto, una firma de un funcionario y una documentación que los respalde: son anuncios completamente informales y los llamamos “medidas no oficializadas”. En muchos casos son públicos (se dan a conocer en conferencias de prensa, por ejemplo), pero no siempre. En algunas ocasiones se trata de decisiones menores (como puede ser la reorganización del transporte público en Argentina), aunque en otras son de consecuencias profundas, como es el caso de México, cuyo gobierno decidió junto al de EEUU restringir la frontera entre ambos países para viajeros no esenciales, pero la medida no se registra todavía en el Diario Oficial. Este aspecto de la nueva situación va en contra de años de lucha por parte de organizaciones de todo el mundo. Entonces, cómo se contribuye a  restablecer la formalidad y la transparencia en la toma de decisiones? Cómo devolver legitimidad y transparencia a un proceso que se ha desvirtuado tanto?

5. Los donantes y los fondos

En este marco de recesión económica y crisis social, enfrentamos otro desafío más, que es el de reasegurar nuestros donantes, confiando en que entre sus objetivos continúe el de apoyar la transparencia y financiar nuestros proyectos. Pero también deberíamos repasar con ellos las actividades a desarrollar, sobre todo repensar nuevas temáticas surgidas a raíz del coronavirus. Entonces, se abre un gran signo de interrogación en relación a la sostenibilidad institucional de nuestras organizaciones. Los donantes van a seguir financiando? Cambiarán sus prioridades y destinatarios de sus fondos?

 

Quizá, entonces, en este nuevo orden donde no aún no hay claridad sobre cómo se configurará el día después, tenemos la oportunidad de reafirmar aquello que nos fortalece y aquellas batallas y logros ganados, aquello con lo que sí contamos hoy y creemos que podría seguir siendo un valor para todos. Además de la agenda de principios, sobre la que todos nos apoyamos, creo que lo más importante es esta comunidad colaborativa de activistas en toda la región y el mundo, que tienen como objetivo transformar a nuestras sociedades en lugares más justos y equitativos. Eso sí tenemos. Y no hay dudas de ello.